Rogelio Olmedo es un escultor aragonés. Se formó entre Zaragoza, Barcelona, México y Mallorca, donde reside desde 2006. Se diplomó en diseño industrial en la Escuela Massana (Barcelona, 1992). Realizó cursos de forja y escultura en Jacint Nolla, Barcelona. Obtuvo la Beca COPCA, con lo que viajó a México. En 1995 fundó el taller de forja artística La Forja La Una junto a Raúl Sanz en Poleñino, los Monegros. Ganó el primer premio Artesanía de Aragón en 1998 por Cama-Poema “Lugar”. Ha desarrollado trabajos de escultura aplicada, paisajismo y prestigiosos proyectos de escultura pública: entre otras, las esculturas-trofeo para Fundesa (Huesca, 2004); Megalitos para el Museo de Megalitismo (Huesca, 2004), intervención exterior del Museo del Viento (La Muela, 2003), Memorial a M. Giménez Abad (Jaca 02); “Hermanamiento” en Grañén (Huesca, 1998). En el año 2005 se instala en Mallorca donde desarrolla junto a su labor creativa y periódicas muestras de su trabajo en galerías locales, trabajos de soldadura de estructura, y enseñanza del oficio del hierro.
Participa en la Galería Ca´n Dinsky en tareas de gestión y divulgación y expone en ésta hasta tres veces. El salto profesional ocurre haca 2005 conociendo a Mercedes Estarellas y comenzando a trabajar con Gerhard Braun Gallery de Palma, galería en la que ha presentado las siguentes exposiciones: “ Rino haz el favor de bajarte de esos tacones” 2015, “ Abundancias” 2016, y “600 Kilos, tacones rojos” 2017.
Rogelio Olmedo extrae el impulso de vida que mora en cada ser, ese instinto que nos procura retos insalvables con los que ponemos a prueba nuestra limitada naturaleza. Estos animales de hierro concentran la doble condición de toda fisiología: una energía potencial suprema que contradice la apariencia quebradiza de cada miembro sometido al movimiento. Para lograr el aspecto arcilloso de la fina piel revistiendo una estructura ósea que supura nervio y expresión, Rogelio trabaja primero el esqueleto abocetándolo como si de un dibujo se tratara, ensamblando pequeños fragmentos de hierro, para después irlos soldando con hilo de acero y gas. Queda huella de cada fase del proceso en la obra final, lo que configura ese aspecto astillado y membranoso que caracteriza su trabajo.
Texto de Anna Adell.